Ya es oficial, la Junta de Andalucía ha decidido acabar con la náutica deportiva en nuestra comunidad autónoma.
Con la prepotencia de los que tienen la sartén por el mango, el gobierno de Griñán ha comunicado a los titulares de embarcaciones, pequeñas, medianas y grandes, atracados en los puertos de Andalucía, un aumento de las tasas que va del 25 a un 40 por ciento.
Este sector, que ha sufrido además en los últimos tres años una subida del 30 por ciento en las tarifas de atraque, está siendo condenado a la desaparición con esta medida y conduce a varios miles de ciudadanos a una encerrona desesperante, porque no tienen ni la alternativa de vender o malvender sus embarcaciones, ni la posibilidad de trasladarse a un puerto más barato porque la región sigue siendo deficitaria en atraques.
La mayor parte de la flota andaluza deportiva está constituida por varios miles de embarcaciones de pequeño porte -lo que los anglosajones llaman con orgullo su “flota blanca”- adquiridas con grandes sacrificios por un sector de la población que podíamos considerar como clase media. Otro gran porcentaje de esos “navegantes” son pensionistas para los que disponer de un pequeño barquito para salir a pescar o pasear, era su gran lujo, su merecido premio de jubilación.
Durante años, ellos, la Junta, se han llenado la boca -y llenado los bolsillos de otros, porque aquí se ha movido mucho dinero- con la promoción de los deportes náuticos. Ahora, después de que varios miles de ciudadanos cayésemos en sus cantos de sirena, nos obligan a varar nuestras embarcaciones en naves y “parcelas” porque nos es imposible pagar una subida que en la mayoría de las esloras -tamaños de barcos- significa una subida de entre 800 y 1.200 euros al año. ¿Quién puede pagar esos precios?. Porque, una embarcación tipo “utilitario” de 6/7 metros, valorada en 18.000 euros va a tener que pagar no menos de 3.000 de atraque al año. Evidentemente sólo aquellos a los que no afecta la desesperante crisis económica que atenaza a la mayoría van a poder pagar las tasas impuestas por el gobierno del Partido Socialista. Es muy significativo que esta situación sea provocada por un gobierno que dice defender a los menos privilegiados.
Me indigna tener que dejar de lado mi pasión por la mar porque unos políticos sin la más mínima conciencia de lo que hacen -o sí- me obliguen a ello. Hablo con conocimiento de causa. Mi primer y único tren eléctrico me lo pusieron los reyes en el barco en donde trabajaba mi padre, aquel honrado sanitario de la marina que tantas noches tormentosas tuvo que salir en auxilio de navegantes. Desde entonces, los barcos han sido para mí una auténtica pasión. Y con muchos sacrificios me compré hace más de 20 años el primero, una neumática de 3 metros; luego una patera de madera transformada y forrada de fibra, sobre cuya cubierta aprendió a andar el pequeño de mis hijos; más tarde un flamante barco de 7 metros para salir a pescar –pagado gracias a un plan a plazos minuciosamente estudiado-. Por último, un barco de nueve metros -que aún estoy pagando- en el que monté una empresa de charter de pesca y paseo -regularizada en todos los conceptos, incluso dando de alta en la Seguridad Social al patrón- . Hasta llegué a emprender con él la aventura de crear una escuela de navegación. El “Albala” fue una barco escuela durante un tiempo y muchos de los navegantes de la Bahía hicieron en él sus prácticas de patrón y dieron como buenos muchos de nuestros consejos náuticos. Yo también fui cómplice en el engaño de que la náutica era asequible a todo el mundo. Desde mi barco se han hecho películas, han saltado al mar buzos para recuperar restos de naufrágios. También he llevado a bordo a jurados de regatas, de concursos de pesca. Se han aventado cenizas de inolvidables poetas y artistas, se ha escrutado los fondos de la Bahía buscando bolsas de gas por científicos de la UCA; hemos disfrutados de inolvidables jornadas de pesca y peleado con las más fuertes tormentas... ¿Qué les voy a contar a ustedes?. Imagínense lo que he disfrutado, aprendido y visto.
Remato este “currículo” con el honor que recibí el año pasado a manos de la Federación Andaluza de Vela, al mencionarme y distinguirme por mi apoyo, en calidad de periodista, al deporte de la vela en Andalucía. Creo que sé de lo que hablo. Algo he vivido esto y le duele a uno ver cómo tantos amigos van a tener que hacer como yo, dejar de lado a la mar porque no tendremos en donde atracar nuestros barcos, porque no tendremos el dinero suficiente para pagar lo que consideran justo unos tecnócratas y políticos sin ningún argumento plausible. Porque... ¿saben ustedes que los puertos de Andalucía no son deficitarios, crean puestos de trabajo y riqueza y además tienen superávit?.
Esta angustia quizás no es comparable a tantas otras que vivimos como consecuencia de la crisis económica que sufre el país. Es una más, menor, pero al fin y a la postre, una angustia.
La medida de la Junta de Andalucía es un desmán, entendido este término en su acepción de que es un atropello, un abuso de autoridad, que no sólo perjudica a miles de navegantes de nuestras costas sino a la población en general en la medida en que perjudicará a nuestra maltrecha economía. Y además lo es porque va a enterrar, nunca mejor dicho, muchas ilusiones. Y no hay derecho. No nos lo merecemos.
Eduardo Albaladejo Manzanares
Con la prepotencia de los que tienen la sartén por el mango, el gobierno de Griñán ha comunicado a los titulares de embarcaciones, pequeñas, medianas y grandes, atracados en los puertos de Andalucía, un aumento de las tasas que va del 25 a un 40 por ciento.
Este sector, que ha sufrido además en los últimos tres años una subida del 30 por ciento en las tarifas de atraque, está siendo condenado a la desaparición con esta medida y conduce a varios miles de ciudadanos a una encerrona desesperante, porque no tienen ni la alternativa de vender o malvender sus embarcaciones, ni la posibilidad de trasladarse a un puerto más barato porque la región sigue siendo deficitaria en atraques.
La mayor parte de la flota andaluza deportiva está constituida por varios miles de embarcaciones de pequeño porte -lo que los anglosajones llaman con orgullo su “flota blanca”- adquiridas con grandes sacrificios por un sector de la población que podíamos considerar como clase media. Otro gran porcentaje de esos “navegantes” son pensionistas para los que disponer de un pequeño barquito para salir a pescar o pasear, era su gran lujo, su merecido premio de jubilación.
Durante años, ellos, la Junta, se han llenado la boca -y llenado los bolsillos de otros, porque aquí se ha movido mucho dinero- con la promoción de los deportes náuticos. Ahora, después de que varios miles de ciudadanos cayésemos en sus cantos de sirena, nos obligan a varar nuestras embarcaciones en naves y “parcelas” porque nos es imposible pagar una subida que en la mayoría de las esloras -tamaños de barcos- significa una subida de entre 800 y 1.200 euros al año. ¿Quién puede pagar esos precios?. Porque, una embarcación tipo “utilitario” de 6/7 metros, valorada en 18.000 euros va a tener que pagar no menos de 3.000 de atraque al año. Evidentemente sólo aquellos a los que no afecta la desesperante crisis económica que atenaza a la mayoría van a poder pagar las tasas impuestas por el gobierno del Partido Socialista. Es muy significativo que esta situación sea provocada por un gobierno que dice defender a los menos privilegiados.
Me indigna tener que dejar de lado mi pasión por la mar porque unos políticos sin la más mínima conciencia de lo que hacen -o sí- me obliguen a ello. Hablo con conocimiento de causa. Mi primer y único tren eléctrico me lo pusieron los reyes en el barco en donde trabajaba mi padre, aquel honrado sanitario de la marina que tantas noches tormentosas tuvo que salir en auxilio de navegantes. Desde entonces, los barcos han sido para mí una auténtica pasión. Y con muchos sacrificios me compré hace más de 20 años el primero, una neumática de 3 metros; luego una patera de madera transformada y forrada de fibra, sobre cuya cubierta aprendió a andar el pequeño de mis hijos; más tarde un flamante barco de 7 metros para salir a pescar –pagado gracias a un plan a plazos minuciosamente estudiado-. Por último, un barco de nueve metros -que aún estoy pagando- en el que monté una empresa de charter de pesca y paseo -regularizada en todos los conceptos, incluso dando de alta en la Seguridad Social al patrón- . Hasta llegué a emprender con él la aventura de crear una escuela de navegación. El “Albala” fue una barco escuela durante un tiempo y muchos de los navegantes de la Bahía hicieron en él sus prácticas de patrón y dieron como buenos muchos de nuestros consejos náuticos. Yo también fui cómplice en el engaño de que la náutica era asequible a todo el mundo. Desde mi barco se han hecho películas, han saltado al mar buzos para recuperar restos de naufrágios. También he llevado a bordo a jurados de regatas, de concursos de pesca. Se han aventado cenizas de inolvidables poetas y artistas, se ha escrutado los fondos de la Bahía buscando bolsas de gas por científicos de la UCA; hemos disfrutados de inolvidables jornadas de pesca y peleado con las más fuertes tormentas... ¿Qué les voy a contar a ustedes?. Imagínense lo que he disfrutado, aprendido y visto.
Remato este “currículo” con el honor que recibí el año pasado a manos de la Federación Andaluza de Vela, al mencionarme y distinguirme por mi apoyo, en calidad de periodista, al deporte de la vela en Andalucía. Creo que sé de lo que hablo. Algo he vivido esto y le duele a uno ver cómo tantos amigos van a tener que hacer como yo, dejar de lado a la mar porque no tendremos en donde atracar nuestros barcos, porque no tendremos el dinero suficiente para pagar lo que consideran justo unos tecnócratas y políticos sin ningún argumento plausible. Porque... ¿saben ustedes que los puertos de Andalucía no son deficitarios, crean puestos de trabajo y riqueza y además tienen superávit?.
Esta angustia quizás no es comparable a tantas otras que vivimos como consecuencia de la crisis económica que sufre el país. Es una más, menor, pero al fin y a la postre, una angustia.
La medida de la Junta de Andalucía es un desmán, entendido este término en su acepción de que es un atropello, un abuso de autoridad, que no sólo perjudica a miles de navegantes de nuestras costas sino a la población en general en la medida en que perjudicará a nuestra maltrecha economía. Y además lo es porque va a enterrar, nunca mejor dicho, muchas ilusiones. Y no hay derecho. No nos lo merecemos.
Eduardo Albaladejo Manzanares
No entiendo que lleguemos a estos límites, que tipo de burro está manejando nuestros puertos.
ResponderEliminarSaludos
Es indignante, supongo que aqui en la Comunidad valenciana tomaran buena nota y lo preplicarán para poder pagarse con eso sus circuitos de formula uno y sus trajes con nuestro sudor "as usually". Por cierto no te pierdas la respuesta en mi blog a lo de la bolsa de jigs de "sakura" esta el tema divertido.
ResponderEliminarvaya burrada
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