Gran jornada de pesca, si señor, no por el peso del robalo que se agradece, lo bueno fue como se dio.
Para empezar es un placer compartir jornadas de pesca con pescadores de verdad de los que tienen cosas que enseñarte, sobre todo porque se han criado en las aguas del Rompido, un paraíso tanto para los sentidos como para los robalos, este tipo de pescador conocen la esencia de la pesca de esta especie como nadie, porque la practican desde pequeños y sobre todo porque maman de sus familiares, de sus vecinos, imaginaros cuantas generaciones y cuanta sabiduría, que además se han renovado de forma satisfactorias a los nuevos tiempo de pesca y a las nuevas técnicas.
La jornada era difícil, a su hora los robalos estaban pero no comían, como era de esperar una vez pasada su hora la cosa se pondría difícil ya que era una marea muy grande que la complicaba un viento del norte que nos empujaba a una velocidad de 3 nudos hacia los bajos.
El robalo se enganchó en dos metros y medio de agua, en un segundo derivamos a un metro del bajo y ahí estaba Colombo con gran maestría peleando con el robalo que tiraba como un loco. Me vi obligado a meter motor y huir al medio del río y la lucha seguía, enseguida otra vez en el bajo y así hasta un total de tres veces que tuve que meter motor y salir en espantada o nos quedábamos en seco y Colombo aguantando el tipo llevando al robalo a su sitio como debe ser. La lucha duró unos 15 minutos muy intensos, tal lucha sólo se merecía un final de traca, dicho y hecho, al meterle la sacadera el robalo parte la red y me quedo con cara de circunstancia con el robalo nadando y la línea de la caña de Colombo ensartada en la sacadera, pero ahí estaba el pescador controlando la situación con temple y dándome el tiempo justo para capturarlo con el bichero.
Bonita jornada que acaba con la curiosa captura de un centollo que mañana me comeré.
Hasta la próxima
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