Sabe a poco este pargo, pocas jornadas recuerdo con tantísimo trabajo y tantos problemas.
A 9.45 llegamos al pantalán, la primera en la frente, la boya que usamos para elevar el ancla pinchada, sin ella simplemente no podemos anclarnos. Compramos otra y nos buscamos la vida para que un taller no las inflara.
La segunda, la cámara de video y de foto en casa, vamos bien.
La mar no parecía mala, vamos a por caballas. Como era de esperar duras, duras, pero se subieron (viva la pasta de sardina).
La mar empezaba a mosquearse, nosotros, avante toda.
Cuando llegamos al sitio comenzó a chispear, a mi el agua me resbala, el problema estaba más en que Manuel y yo estábamos loco por probar unos jigs nuevo que nos traen loco, pero no estaba la corriente por la labor, pufff.
Cuando nos dimos cuenta estaba cayendo el diluvio universal y unos relámpagos que acojonaban un buen rato y la mar picada.
La palabra retirada no está en nuestro diccionario, así que nos anclamos. Pensábamos calar 6 cañas, pero había tales remolinos que con 4 cañas en el agua estábamos locos para controlarlas.
Sabíamos que la mar sólo nos iba a dar una pequeña oportunidad de sacarle algo. Teniamos claro el momento.
El momento llegó, la primera boya amarilla se perdió y no aparecía, Manuel agárrate que hoy triunfamos, la pelea duró 3 minutos, ni siquiera vi nunca la boya volver a salir, era un pargazo, se cargó un Seaguar FXR del 0,62 como si fuera hilo de cocer, ¡Joderrrrrrrr!
Enseguida otra picada, mañana hago una barbacoa con ella.
Con el cuerpo molido de tanto trabajo y meneo, nos vamos a casa a ver si llegamos temprano, ja, la cuerda de la boya se rompe y la pasamos canuta para poder subir el ancla.
En fin, una jornada atípica, que espero que tarde en repetirse.
Hasta la próxima